Cómo la reforma de las pensiones podría alterar nuestra relación con la solidaridad nacional

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La reforma de pensiones ¿Se lanzará este otoño? Desde el inicio del año escolar, el gobierno ha enviado varias señales indicando que así será. El ministro de Trabajo, Olivier Dussopt, por ejemplo, aseguró a France Info el 7 de septiembre que la reforma seguía siendo un prioridad del gobierno. En cuanto a los sindicatos, invitaron al ejecutivo, el jueves 8 de septiembre en el lanzamiento del Consejo Nacional de Refundación (CNR) a dejar de lado el plan de posponer la mayoría de edad.

Las próximas semanas tienen, por tanto, todas las posibilidades de ser socialmente explosivas, sobre todo porque, en su último informe publicado el 12 de septiembre, el Consejo de Orientación de Pensiones (COR) considera que no hay no hay urgencia para reformar el sistema. Según las estimaciones de este organismo independiente, el sistema de pensiones generó un superávit de 900 millones de euros en 2021 gracias a “la fuerte reanudación del crecimiento”. Sin embargo, este equilibrio debería “deteriorarse significativamente” a partir de 2023 antes de volver al equilibrio, en el mejor de los escenarios, “hacia mediados de la década de 2030”.

A finales de 2019 y principios de 2020, el proyecto del Presidente Emmanuel Macron fue la causa de varias semanas de huelgas. La reforma pretendía entonces unificar los sistemas existentes, basados ​​en solidaridades de estatutos y profesiones con reglas distintas, en un único sistema universal gestionado por distribución y por puntos acumulados a lo largo de la carrera profesional. El texto adoptado puso fin a los regímenes “especiales” pero finalmente se abandonó con la pandemia.

Dos años después, el nuevo proyecto parece abandonar este objetivo de unificar los regímenes centrándose en la edad de jubilación a los 65 años, la indexación de las pensiones a la inflación y una pensión mínima de 1 euros para toda la carrera.

"Solidaridad Orgánica"

Con una nueva mayoría relativa en la Asamblea Nacional, el Ejecutivo debe ahora componer en un contexto donde los interlocutores sociales no son muy proclives a discutir. No obstante, el gobierno parece decidido a implementar la reforma, la promesa de campaña del presidente reelegido, aunque ciertos análisis muestran que el saldo contable del régimen no se ve amenazado. Pero, ¿qué traduce este deseo en términos de visión de nuestra solidaridad social tras las sucesivas reformas de las últimas décadas?

Los sociólogos se refieren a la noción de “solidaridad orgánica” desarrollado por Émile Durkheim para reflejar una forma de solidaridad específica de las sociedades modernas. La división social del trabajo, nacida de la industrialización, diversifica las actividades y hace necesaria la cooperación.

El sistema de pensiones francés ilustra este tipo de solidaridad. Es el producto de una historia de otorgamiento y conquista de pensiones de invalidez y jubilación concernientes, en primer lugar, a los trabajadores que comparten el mismo estatus y función. Los historiadores han demostrado que la Los primeros retiros en Francia son todos “especiales”. En primer lugar, porque preceden al régimen general, que se remonta al Antiguo Régimen, con la creación por Colbert de la Caisse des invalides de la marine para proporcionar una pensión a los navegantes que ya no están a flote.

Luego, porque el Estado sólo interviene tarde sin cuestionar este modelo. Otras corporaciones siguen el movimiento, en particular los empleados de las Granjas y los funcionarios del Estado. También se habló de pensiones durante la Revolución Francesa, ya que el concepto surgió en 1791, en el suplemento Finanzas de la Enciclopedia Metódica de Diderot y d'Alembert, y los aristócratas teorizaron la idea de beneficiarse de ella. Las pensiones colectivas basadas en sociedades de previsión o planes de empresa se desarrollaron durante el siglo XIX.e siglo y las profesiones mejor organizadas crear fondos de pensiones específicos.

Giro neoliberal

En materia de pensiones, diversos trabajos de sociólogos y economistas muestran que, no obstante, estamos descubriendo la “dietas especiales” durante el giro neoliberal de la década de 1990. El neoliberalismo viene acompañado del desarrollo ya no de derechos sociales colectivos sino de derechos humanos tomando como valor al individuo, su libertad e igualdad.

Esto debilita el consenso sobre los sistemas de pensiones de seguro de reparto, en los que los aportes de los activos pagan las pensiones de los jubilados. En Francia, el libro blanco sobre pensiones 1991 destaca las dificultades futuras del sistema de pensiones por los cambios demográficos y el alargamiento de la esperanza de vida y abre la puerta a las reformas (Balladur 1993, Fillon 2003, reforma de los regímenes especiales de 2008, reforma de Woerth de 2010, Touraine 2014).

En 2020 llama la atención el foco en las dietas especiales. Porque la primera reforma, la de Balladur, se refería sobre todo al régimen general, acentuando la distancia con los demás regímenes. Se centró en tres puntos: aumento gradual del período de cotización necesario para obtener una pensión completa, aumentándolo de 37,5 a 40 años ; modificación del método de cálculo del salario medio de referencia de los mejores 10 años a los mejores 25 años; finalmente, revalorización anual de las pensiones, ya no sobre la evolución de los salarios, sino indexada sobre el índice de evolución de los precios al consumidor.

Este desarrollo refleja una relación más individualista con nuestro sistema de solidaridad que podría fortalecerse aún más con la próxima reforma (aunque actualmente no sabemos exactamente en qué medida).

cojo de fondo

Nuestra investigación sobre reformas de pensiones en america latina así como en el Países del Este muestran que desde la década de 1990 se ha producido un cambio de paradigma debido a una crisis de legitimidad de los modelos de posguerra.

Estos años estuvieron marcados por una fuerte presión de organismos financieros supranacionales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), para establecer, en países endeudados y a cambio de renegociaciones de deuda, un sistema de capitalización de pensiones en forma de cuentas individuales administradas por los fondos de pensiones privados.

Nuestra investigación muestra que estos sistemas han demostrado ser costosos para la comunidad y socialmente injustos, porque no logran afiliar a los asalariados pobres, y en particular a las mujeres trabajadoras. No es necesario aclarar los derechos individuales y establecer un vínculo directo entre las cotizaciones y los montos de las pensiones. Los pobres empleados, cuando no están obligados a afiliarse a un fondo oa un fondo de pensiones (este es el caso de la mayoría de los autoempresarios en América Latina), simplemente no se afilian porque sus recursos son muy bajos.

En los países del Sur, estos sistemas privados o mixtos han sido a menudo objeto de contrarreformas y renacionalizados. De estos experimentos, sin embargo, queda un oleaje que avanza lentamente en los países ricos para dar lugar a la idea de que los sistemas de pensiones de la posguerra ya no son viables para el mañana, tratando de oscurecer las perspectivas financieras del sistema de pensiones.

Sin embargo, según cifras de la Comisión de Cuentas de la Seguridad Social, publicadas el 12 de julio de 2022, las finanzas del estado del bienestar podrían ser un un poco menos degradado de lo esperado este año. Los ingresos financieros crecerían más rápido que los gastos. Además, el INSEE y el COR han altas incertidumbres sobre el impacto del crecimiento de la población sobre los recursos y gastos del sistema.

Entonces debemos asumir que tal reforma es ante todo cognitiva, una forma entre muchas otras de aprehender la realidad construyéndola. Esta doxa se basa en la idea de que la vida activa es más flexible, móvil, hecha de elecciones individuales racionales y ya no estandarizada y sincronizada como un ciclo de vida cuyo corolario es la jubilación. Surge entonces la cuestión de las consecuencias de la desintermediación social y la forma de regulación social necesaria para esta gestión de carrera hiperindividualizada.

La altísima flexibilidad de los trabajadores, de confirmarse, exige una sólida solidaridad social colectiva. En lugar de ceder a un estribillo hipotético, deberíamos preguntarnos cómo garantizar colectivamente pensiones dignas.

Roxana Eleta de Filippis, Profesor de sociología, Universidad de Normandía de Le Havre

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