
A pocos días del inicio de la convención ciudadana sobre el final de la vida, el Consejo de las Iglesias cristianas de Francia (Conferencia de obispos, Federación protestante de Francia y Asamblea de obispos ortodoxos de Francia) ha querido recordar sus convicciones. También escribe, apoyando las reservas expresadas por ciertos miembros del Comité Asesor Nacional de Ética sobre este tema.
El viernes 9 de diciembre comenzará la convención ciudadana sobre el final de la vida. 150 franceses sorteados estudiarán la cuestión de una posible modificación de la ley Clayes-Leonnetti.
Es sobre la base de sus conclusiones que el gobierno decidirá si cambia o no esta ley, posiblemente legalizando la “asistencia activa para morir” que el Comité de Ética consideró posible recientemente bajo condiciones muy estrictas. El presidente Emmanuel Macron, que planea hacer del final de la vida la principal reforma social de su segundo mandato de cinco años, revivió el tema a fines del verano, pero tiene cuidado de no defender una posición clara.
Con motivo de la apertura de este debate, el Consejo de Iglesias Cristianas de Francia (CECEF) publicó, el lunes 5 de diciembre, una comuna de declaración. Los representantes franceses de las religiones católica, protestante y ortodoxa han considerado necesario recordar sus convicciones en este contexto.
“Morir es parte de la condición humana”, recuerdan en primer lugar, subrayando que “la dignidad de una sociedad humana consiste en acompañar la vida hasta la muerte y no en facilitar la muerte”. Insisten en la atención que debe prestarse a “la persona misma en su dignidad, su valor único e inestimable”. “Se trata pues de cuidarlo en una actitud de compasión hecha de escucha y benevolencia”, añaden.
“El ser humano es un ser relacional”, escriben entonces. “La libertad individual no puede confundirse con el individualismo”, añaden los presidentes de la Conferencia de Obispos de Francia, de la Federación Protestante de Francia y de la Asamblea de Obispos Ortodoxos de Francia. Este segundo punto destaca en particular la noción de solidaridad e interdependencia entre los seres humanos dentro de la sociedad.
“Nadie es dueño exclusivo de su vida; sus decisiones también importan a los demás. »
Finalmente, su tercera convicción es que el acceso “a los cuidados paliativos en Francia no es igual en todo el territorio”. Una insuficiencia que contribuye, según ellos, "al miedo al sufrimiento cuando los cuidados paliativos podrían transformarlo".
Por todo ello, el CECEF pretende respaldar “las reservas expresadas” por el Comité Nacional Consultivo de Ética en Ciencias de la Vida y la Salud (CCNE).
En efecto, cuando el pasado mes de septiembre se publicó el dictamen del Comité de Ética sobre este tema, ocho de sus miembros, sin ser en principio hostiles a la asistencia activa a la muerte, escribieron "una reserva" que aparece al final del aviso.
Los ocho firmantes de esta reserva consideran que la evolución de la ley es impensable mientras no se cumplan ciertos requisitos recomendados por el CCNE. Esto incluye brindar mejores servicios de cuidados paliativos. “Dar este paso legislativo sin estos esfuerzos previos representaría un riesgo de renuncia que no queremos tomar”, escriben.
"Precisamente porque compartimos la observación de que 'uno se muere mal en Francia', nos parece éticamente esencial que todo se implemente como una prioridad para remediar las dificultades del sistema de salud, para promover una cultura médica adecuada a los desafíos particulares de fin de vida, e interrogar a la sociedad sobre su relación con la vejez y la muerte. El establecimiento de la asistencia activa al morir, para algunos casos excepcionales, no puede mejorar significativamente por sí solo las condiciones del final de la vida en Francia. En el contexto actual de crisis sin precedentes en el sistema de salud, podría por el contrario contribuir a degradarlos, especialmente si se diera la ocasión de ignorar los requisitos previos que identificamos como prioritarios. »
Un punto de vista compartido por los tres copresidentes de CECEF, el obispo Éric de Moulins-Beaufort, el pastor Christian Krieger y el metropolitano Dimitrios.
Camille Westphal Perrier