
Hecho de Algo, apócope dealgorithme, y el sufijo -cracia (que viene del griego kratos, el poder), algocracia es un término que viene surgiendo desde hace unos años para designar el nuevo sistema político en el que habríamos entrado.
Un sistema en el que el algoritmos – los pasos elementales de los cálculos utilizados para resolver un problema, como responder a una consulta en un motor de búsqueda – influyen y forman parte del proceso de toma de decisiones en diversos sectores. En la vida política, económica y social de la sociedad, incluso podrían apropiarse automáticamente de un poder que una vez perteneció al pueblo en una democracia.
Este término es así el título de tres obras publicadas entre 2020 y 2023: Resistir la algocracia. Permanecer humanos en nuestras profesiones y en nuestras vidas de Vicente Magos; Algocracia. Vivir libre en la era de los algoritmos de Arturo Grimonpont; Algocracia. ¿Vamos a darle poder a los algoritmos? de Hugo Bersini.
Algocracia y Democracia
¿Está la algocracia a punto de reemplazar a la democracia? Los dominios cada vez más soberanos y democráticos están siendo penetrados por algoritmos: filtrado y clasificación en redes sociales, apoyo a decisiones (justicia, salud, etc.), selección de universidades, análisis predictivo (policía, seguros, etc.). Por eso, muchos creen que existe el peligro de despojo del poder del pueblo, el “demos” de la democracia, en beneficio de estos algoritmos.
La economía global, por ejemplo, opera en gran medida con algoritmos financieros. Por ejemplo, el administrador de activos líder en el mundo, el fondo estadounidense BlackRock, utiliza notablemente la inteligencia artificial Aladdin, una herramienta de inversión capaz de evaluar riesgos financieros y que ha monitoreado hasta $20 billones en activos financieros.
Hoy en día más de la mitad de la población mundial utiliza las redes sociales a diario sobre los cuales los algoritmos de recomendación ajustan el contenido ofrecido a las preferencias de los usuarios y así moldean sus representaciones del mundo. A veces escapan a la voluntad de sus creadores. En virtud de su funcionamiento, que valora las reacciones generadas y sin ser voluntad explícita de sus creadores, favorecen, por ejemplo, la difusión de noticias falsas.
Un nuevo mundo institucional
La algocracia sería así un mundo institucional donde estas grandes empresas transnacionales que participan en esta forma de regulación algorítmica cobran cada vez más importancia.
Sin embargo, usando el términoalgocracia nos aleja de la responsabilidad. En realidad, en una algocracia, si cambia el poder, no es para pasar de las personas a los algoritmos. Los algoritmos materializan relaciones de poder y sirven a voluntades muy humanas: políticas, económicas, ideológicas.
Lejos de ser inevitable u obvio, el desarrollo de lo que podría asimilarse a una "algocracia" responde, por lo tanto, a elecciones políticas y a la puesta en evidencia de lo que la investigadora de filosofía del derecho Antoinette Rouvroy llama un "racionalidad algorítmica".
Son opciones políticas y técnicas de un modo impulsado por los números, lo que genera temores de que una algocracia sea, de hecho, un nuevo tipo de "empresa de vigilancia".
mito y filosofia
La algocracia forma parte de una historia filosófica y científica heredada de la filosofía de la Ilustración y la revolución científica del siglo XVIII.e siglo que han hecho de la racionalidad un culto.
Desde este punto de vista, la culminación de una cierta idea de racionalidad se encarna en este “gubernamentalidad algorítmica” sinónimo de algocracia. Tanto como, como dice el académico y jurista Alain Supiot, creemos que gobernar y ejercer el poder es lo mismo, que el poder debe basarse en el conocimiento científico del individuo y por tanto "impersonal". Esto explicaría la difusión de un “gobierno por números” donde todo, incluida la ley, se convierte en objeto de un cálculo.
La idea de una algocracia surge así de un mito, el de la infalibilidad de la tecnología frente a la falibilidad del individuo. La algocracia ya no considera a una sociedad como un todo sino como nada más que grupos de individuos, átomos.
Adrián Tallent, estudiante de doctorado en filosofía política y ética, Universidad de la Sorbona
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