
Cuando se practica con regularidad, la lectura tiene una serie de ventajas cognitivas y nivel emocional. Por tanto, es de gran interés identificar los factores que favorecen esta actividad, en particular para permitir que los más jóvenes se beneficien lo antes posible y de forma duradera de estos beneficios.
Entre estos factores, hay uno que puede tener un efecto especialmente temprano en el gusto por la lectura: el hecho de leerle cuentos a tu hijo, lo que también se denomina lectura compartida.
Descubre el “lenguaje de los libros”
Simple a primera vista, esta actividad, sin embargo, puede generar una fuerte experiencia. Descubramos cómo Maryanne Wolf, profesora de desarrollo infantil y neurociencia cognitiva en Estados Unidos, describe con agudeza y sensibilidad la dimensión fenomenológica de esta actividad conjunta en el libro Proust y el calamar :
"Imaginemos la siguiente escena. Un niño se acurruca junto a un ser querido y escucha atentamente las palabras habladas que fluyen como un arroyo, palabras que cuentan cuentos de hadas, dragones y gigantes que viven en tierras lejanas nunca antes imaginadas”.
Según el profesor, el cerebro del niño al que le leemos cuentos se prepara para leer mucho antes de lo que pensamos. Por ejemplo, el tratamiento de palabras como "elfo" o expresiones como "había una vez", que rara vez se encuentran en una conversación ordinaria, familiarizará al niño en una etapa temprana con el "lenguaje de los libros".
Así, las dos actividades que se suceden en paralelo durante la lectura compartida, “escuchar el lenguaje escrito y sentir un sentimiento de amor”, serían “las mejores bases de este largo aprendizaje que ningún especialista en ciencias cognitivas o educación no puede implementar”, continúa Maryanne. Lobo.
Desarrolla tu lenguaje oral y escrito
En las últimas décadas se han realizado varios estudios para determinar los efectos de la lectura compartida en el desarrollo infantil. En una metanálisis publicado en 2011 en la revista cientifica Boletín psicológico, Suzanne Mol y Adriana Bus de la Universidad de Leiden en los Países Bajos los enumeraron.
Desde la introducción del artículo se indica, con referencias de apoyo, que la lectura compartida se considera una de las actividades más importantes para el desarrollo del conocimiento previo al posterior éxito en la lectura. El establecimiento antes de los dos años de un hábito de lectura compartida expondría al niño a una variedad de estímulos lingüísticos que estimularían el desarrollo de su lenguaje y sentarían las bases para una práctica regular de la lectura.
Por lo tanto, los niños a quienes se les han leído cuentos frecuentemente ingresan a la escuela con un vocabulario más amplio y mejores habilidades de comprensión. Este efecto significativo podría explicarse, al menos en parte, por el hecho de que los libros infantiles contienen tres veces más palabras infrecuentes que los contenidos televisivos o que las conversaciones entre adultos y niños según Donald Hayes y Margaret Ahrens en un artículo publicado en Diario del lenguaje infantil en 1988.
Además, un metanálisis de Adriana Bus y colegas, publicado en 1995 en Revisión de la investigación educativa, ya mostró que el 64% de los niños que se benefician de la lectura compartida eran los mejores lectores en la escuela, cifra que se reduce al 36% para los niños que no se benefician de ella. Así, la lectura compartida tendría un impacto significativo en el desarrollo de los niños al promover las habilidades necesarias para aprender a leer y al crear una actitud positiva hacia la lectura.
Los resultados del metaanálisis de 2011 van en la misma dirección al señalar las correlaciones positivas entre las actividades de lectura compartida con niños de 2 a 6 años y su nivel de lenguaje oral, así como la extensión de su vocabulario y la capacidad de utilizarlo y, por último, el nivel alcanzado posteriormente en lectura.
Habilidades de lectura e interés.
Para volver a los vínculos entre la lectura compartida y el amor por la lectura, veamos los resultados de el estudio de Elsje van Bergen y sus colegas realizado en los Países Bajos y publicado en 2017 en The Journal of Child Psychology and Psychiatry. Los investigadores exploraron los vínculos causales entre las habilidades de lectura y el disfrute de la lectura, medidos teniendo en cuenta solo la lectura de ocio en el hogar, y no la de los libros ofrecidos por la escuela, en más de 11 gemelos con una edad media de 000 años.
Tras destacar en primer lugar la correlación positiva significativa (0,41) entre la competencia lectora y el gusto por la lectura en estos niños, los autores del estudio realizaron un análisis estadístico adicional que les permitió concluir que la competencia lectora, que varía de un niño a otro, determinar el gusto por la lectura y no al revés.
Así, según los resultados de este estudio, es la facilidad para leer lo que llevaría a los niños de 7-8 años a leer más por placer y no el gusto por la lectura lo que determinaría la competencia lectora.
Si ahora retomamos todos los resultados descritos en este artículo, encontramos que apoyan el postulado propuesto por Fletcher y Reese en un artículo publicado en 2005 en la revista Revisión del desarrollo, según la cual la lectura compartida desencadenará la puesta en marcha de una espiral de causalidad: la lectura compartida estimulará el desarrollo del lenguaje y la habilidad lectora, lo que a su vez estimulará el gusto por la lectura.
Por supuesto, no debemos descartar la posibilidad de que la lectura compartida pueda tener un efecto directo sobre el gusto por la lectura. Sin embargo, los estudios científicos publicados hasta la fecha nos llevan a no ignorar el hecho de considerar la facilidad con la lectura como una variable intermedia entre la lectura compartida y el gusto por la lectura.
Frédéric bernard, Profesor de Neuropsicología, Universidad de Estrasburgo
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