
“Estamos muy contentos de estar aquí”: el domingo comenzó en la antigua base aérea de Grostenquin (Mosela) el encuentro anual de la misión evangélica Vida y Luz, que reunió a cerca de 40 peregrinos evangélicos de la comunidad gitana.
Durante toda la semana, miles de vehículos se reunieron en este pequeño pueblo del Mosela (600 habitantes): el sábado por la tarde, la prefectura tenía cerca de 4.600 caravanas y autocaravanas en el antiguo aeródromo, que debería permanecer hasta el 10 de septiembre.
"Es un momento que esperábamos desde hace algunos meses. Hoy estamos muy felices de estar aquí", dijo a la AFP Gérard Lacroix, pastor de la Misión Vida y Luz, durante la inauguración de una nueva carpa amarilla y azul en qué servicios se llevan a cabo.
"La gente está creciendo", añadió. “Necesitábamos esta gran catedral de lona para poder encontrarnos, cantar nuestra fe, escuchar la Palabra de Dios”.
Con alrededor de 100 miembros, la comunidad Vie et Lumière forma cada año a decenas de pastores. En este encuentro participan peregrinos de diferentes países europeos, e incluso de Estados Unidos.
"Es un momento maravilloso. Es muy agradable, es sobre todo espiritual. Bueno, hay algunos que no son cristianos, por eso tratamos de ponerlos en el camino correcto. Pero por lo demás, entre nosotros, los cristianos, estamos felices de estar juntos". dijo Paul Meyer, presidente de la misión Vida y Luz.
La afluencia de peregrinos - "una ciudad", según el prefecto Laurent Touvet - ha llevado a la puesta en marcha de importantes medidas para garantizar "la seguridad y la salud": cerca de 400 gendarmes y una quincena de bomberos están movilizados, así como equipos de protección del medio ambiente ( Oficina Francesa de Biodiversidad y Oficina Nacional de Bosques en particular).
Esta reunión hace temblar a los electos locales: si bien el Mosela ya había acogido las ediciones de 2006, 2015 y 2017, habían recibido de Edouard Philippe, entonces Primer Ministro, una carta en la que les prometía que este evento ya no se celebraría en Grostenquin.
En el pasado, los residentes locales y los alcaldes se han quejado de los excrementos y desechos que dejan los peregrinos y de las ventas puerta a puerta.
"Debe haber algunas imperfecciones, pero tratamos de corregirlas sobre la marcha. Hay personas que supervisan, que prestan atención", aseguró el pastor Gérard Lacroix.
El Consejo Editorial (con AFP)