
Comenzada el 20 de noviembre, se supone que la Copa Mundial de la FIFA expondrá a Qatar a los goles mundiales durante un mes y le dará un aura deportiva. Sin embargo, crece la polémica en cuanto a las condiciones de atribución y organización del evento, mientras miles de trabajadores extranjeros han perdido la vida en 10 años en el emirato que explota el deporte para darse una cara moral.
En diciembre de 2010, Qatar obtuvo la organización de la Copa de 2022 ante el asombro de todos, pese a presentar “el peor registro técnico de todos los candidatos”: ninguna práctica seria de fútbol, veranos abrasadores, poca infraestructura vial. Desde entonces, la adjudicación de la competencia al Emirato ha hecho correr tinta en cuanto a posibles pagos de sobornos y arreglos políticos entre Doha y París cuando Nicolás Sarkozy era presidente de la República.
Hecatombe de trabajadores extranjeros sin examen médico real
El mayor escándalo surgió en febrero del año pasado, cuando The Guardian sorprendió al mundo al afirmar que más de 6 trabajadores inmigrantes murieron en el emirato desde que obtuvo la organización del evento deportivo planetario. El diario británico precisa que es imposible decir si las muertes estuvieron principalmente vinculadas a obras de construcción, porque no se registran por profesión o lugar de trabajo. Menciona que oficialmente hubo, según el comité organizador, 37 muertes vinculadas a la construcción de los estadios, de las cuales 34 fueron catalogadas como "no relacionadas con el trabajo".
Para llegar a la cifra de 6, el periódico recopiló fuentes gubernamentales de varios países de donde procedían los trabajadores extranjeros. Los datos de India, Bangladesh, Nepal y Sri Lanka indican que 500 de sus nacionales murieron entre diciembre de 5 y 927, cuyos últimos meses no se cuentan por falta de datos. The Guardian especifica que, a falta de datos de otros importantes proveedores de mano de obra extranjera en Qatar, como Filipinas y Kenia, hay que considerar que la carnicería fue aún más impresionante.
La mayoría de las veces, la medicina forense declara que se trata de “muertes naturales” que atribuye a insuficiencia cardiaca o respiratoria aguda. Sin autopsia. El 69% de las muertes entre los trabajadores de Nepal y Bangladesh se clasifican como naturales. Una proporción que subiría al 80% para los indios.
Atacar derechos y libertades mientras se sermonea a favor de los derechos y libertades.
Conocido por el maltrato a los trabajadores inmigrantes, Qatar es también un país donde las libertades están muy limitadas, ya sea en materia de moral con la criminalización de la homosexualidad o el consumo de alcohol o en lo que respecta a la libertad religiosa. La ONG Portes Ouvertes sitúa al emirato en el puesto 18 de los países de su Índice Global de Persecución de Cristianos y observa que los musulmanes en el emirato no pueden apostatar del Islam o participar en una ceremonia cristiana, mientras que los expatriados solo pueden reunirse para rezar en edificios autorizados por el gobierno, más de la mitad de los cuales (86 de 157) no han podido reabrir desde el fin de la crisis sanitaria del Covid-19. Negar el Islam te expone a una sentencia de oporto.
Sin embargo, este historial sin gloria en términos de respeto por los derechos, las libertades y la dignidad humana no impide que Qatar explote el deporte para presentar una cara sonriente y moral. Mientras varios países del Golfo diversifican sus economías para prepararse para la era post-petróleo y, de paso, presentarse como portadores de mensajes de apertura, Qatar conquista el deporte sobre todo por su imagen.
El deporte es visto como un factor moral, como el mercado del lujo en el que Doha también ha puesto su mirada. Paris Saint-Germain Football Club, Le Majestic Hotel en Cannes son solo algunas de las adquisiciones del emirato. “Qatar no debe ser conocido únicamente por albergar la sede de Al-Jazeera. El deporte debe ser nuestro escaparate”, explica Doha. Hasta el canal qatarí se metió en ello, con AJ+, sus medios dirigidos a los jóvenes de Occidente fomentando la tolerancia y la defensa de las minorías: todo lo contrario a la verdadera cara del país.
A través de su papel cada vez más agresivo en mercados boyantes como el deporte, las noticias poco convencionales y el lujo, Qatar presenta una imagen renovada después de sesiones de pinkwashing (defendiendo a las personas LGBTQ) y greenwashing (defendiendo la ecología) a través de AJ+, sin invertir de otra manera en estas causas. Tiene la intención de aprovechar al máximo la insinuación de que compartir el amor por el deporte significa compartir los valores occidentales.
Jean Sarpedón